lunes, 29 de diciembre de 2008

Nicaragua tiene un corazón grandote

Ha culminado la pasantía en Nicaragua. Mi forma de ver el mundo nunca será igual. Hay personas que entran en tu vida y prestan unos lentes que te ayudan a ver desde otra perspectiva. Otras personas te prestan un telescopio y te ayudan a ver donde antes no podías ver nada y hay otras personas que te prestan una espada y te dejan una cicatriz en el corazón...te marcan para siempre, como el emblema de una hacienda, marcada con el fierro, en el lomo o ...en el corazón.
Así fue Nicaragua, tan sangrientamente dulce, como decía un amigo. Nicaragua es un país de contrastes, donde la alegría de vivir juntos, muy juntos y muchos, se contrapone a un estómago vacío. Hay hambre, pero hay solidaridad.

Después de 16 semanas, de internarme en las comunidades rurales, compartir y participar de la vida de sus habitantes, aprendí que la vida es mucho más sencilla de como yo la conocía. Levantarse a las 4 de la mañana a palmear tortillas, ir al campo a cosechar café, apiar unas frutas del naranjal y comerme un banano bajo la sombra del chaguite...eso es mi Nicaragua.

Espero volver algún día, para visitar y recorrer nuevamente los campos, las calles de Managua, pero sobre todo, para introducirme nuevamente en esos ojos que cautivaron mi alma y alborotaron mis pensamientos...